Tema 2 : Al-Ándalus
EBAU: AL-ÁNDALUS: EVOLUCIÓN POLÍTICA.
INTRODUCCION
Durante el periodo visigodo continuó el período de feudalización iniciado en el Bajo Imperio Romano en la península; este proceso feudal fue entregando el poder a los grandes señores y a la Iglesia. En las dos últimas décadas del s. VII afloraron las luchas entre los grupos nobiliarios. A la muerte en el 710 de Witiza, se produce un golpe de estado por parte de un noble: Rodrigo, justo en el momento en que se producía la invasión árabe. En esas condiciones, el reino visigodo se derrumbó sin oponer apenas resistencia. Así pues, la clave de la conquista musulmana estuvo en las luchas internas de la monarquía visigoda, cuyo principal problema era el ser electiva y no hereditaria.
DESARROLLO
El waliato o emirato dependiente (714-756)
Durante este periodo de asentamiento inicial, la península Ibérica fue una provincia más del califato de Damasco. Fueron años de gran inestabilidad política y fuertes enfrentamientos entre los propios grupos musulmanes. Sin embargo, no cesaron las campañas militares, concluyendo algunas en derrotas: la derrota en la batalla de COVADONGA (722); y la derrota ante los francos en la batalla de POITIERS (732), que frustró sus intentos de expansión al norte de los Pirineos.
Las medidas para someter a las áreas conquistadas fueron: dividir el territorio en “Coras” (ejemplo cora de Tudmir=reino de Murcia); imponer tributos a sus habitantes; reparto de tierras entre los guerreros; ir sustituyendo poco a poco a los dirigentes de las ciudades por árabes; establecer la capital en Córdoba y creación de 3 marcas fronterizas: Mérida, Toledo y Zaragoza.
El emirato independiente (756-929)
En el año 750 se desencadenó en Oriente Medio una sublevación encabezada por grupos persas que expulsaron al califa de Damasco y asesinaron a los miembros de su familia, los Omeya, iniciándose así una nueva dinastía (los Abbasies).
Abd al-Rahman I, único miembro de los Omeyas superviviente de la matanza, consiguió llegar a la Península, donde se hizo con el poder en 756 y se proclamó emir independiente. Tras esto, logró someter Toledo, Sevilla y Zaragoza, y también tuvo que acabar con varias guerrillas bereberes. Sin embargo, no consiguió conquistar toda la península ya que en el norte se habían formado pequeños reinos cristianos.
Al morir, su segundo hijo, Hisham I, se convirtió en su heredero, estableciendo así un sistema sucesorio hereditario, que se mantuvo durante los dos siglos siguientes. Entre los sucesores de Hisham I, destacan: Al-Hakam I (796-822) y Abderramán II (822-852), que adoptaron medidas para reforzar el poder del estado: mejora de recaudación de impuestos y emisión de moneda.
A partir de 789, fue evidente la crisis del poder central del Emirato de Córdoba: Se produjeron numerosas revueltas locales y reivindicaciones continuas de independencia. Estos conflictos presentaban los siguientes rasgos: 1. Tenían carácter urbano y con frecuencia eran promovidos por notables locales deseosos de mayor poder.
1. A estas revueltas se incorporaron nuevos grupos sociales, como los muladíes que reivindicaban la participación en el poder y obtener los mismos derechos que los musulmanes. 3. También participaron los mozárabes.
Los principales focos de rebelión fueron: valle del Ebro, Toledo y Mérida. Hay que destacar la revuelta de Umar ibn Hafsun (finales del IX) que abarcó Andalucía oriental con cierto componente de bandolerismo, que tardó mucho en ser sofocada (lo haría Abderramán III en el 928). Para contener estos conflictos, los Omeyas fortalecieron su poder militar, reclutando mercenarios eslavos, que organizaban “aceifas” (campañas de pillaje y saqueo) en las tierras cristianas del norte.
El califato de Córdoba (929-1031)
En esa situación de inestabilidad, el emir Abderramán III se autoproclamó Califa en Córdoba en 929, convirtiéndose así en líder político y religioso de todos los musulmanes. Su objetivo en Al-Andalus era restaurar la unidad del estado Islámico. Cuando llegó al poder, consiguió tomar Bobastro y acabar con la resistencia de los hijos de Ibn Hafsun; luego conquistó Mérida, Badajoz, más tarde Toledo y finalmente Zaragoza. Durante su reinado, la situación económica y cultural fue bastante buena, como lo demuestra la acuñación de grandes dinares de oro y la construcción del palacio de Medina Zahara.
El Califato supuso la hegemonía de Al-Andalus sobre la península entera; los reinos cristianos del norte se convirtieron en tributarios y vasallos de Abderramán. También promovió un renacimiento artístico e intelectual que continuó su hijo y sucesor Al-Hakam II (961-976).
A la muerte de Al-Hakam II, los califas de Córdoba se mantuvieron en el poder de manera simbólica y aprovechando la minoría de edad del nuevo califa (Hisham II) el gobierno pasó a manos de un visir: Al-Mansur (el victorioso: Almanzor). Él y sus hijos los llamados Amiries, que le sucedieron en el poder, fueron los auténticos gobernantes del Califato (976- 1009). Sus acciones más importantes fueron: creación de una dictadura militar, se atrajo a los ortodoxos religiosos, extendió sus dominios por Marruecos y siguió con las expediciones de castigo contra los reinos cristianos: saqueo de Barcelona y Santiago.
A la muerte de Almanzor (1002) uno de sus hijos: Abd al Malik pretendió ser nombrado sucesor del Califa Hisham II, lo que lo enfrentó a la Dinastía Omeya, a los dirigentes religiosos y al pueblo en general. Consecuencia: Revolución en Córdoba (1009), durante la cual los Amiríes fueron asesinados.
Hisham II fue obligado a abdicar, eligiéndose a otro miembro de los Omeyas como califa. Fue el punto de partida para una guerra civil en la que se sucedieron los califas nombrados por las tropas bereberes, los andalusíes de Córdoba y los mercenarios esclavos. Finalmente, en 1031 una Asamblea de notables decretó en Córdoba el fin del califato. Poco a poco, cada ciudad, cada territorio fue desgajándose, y el estado cordobés se descompuso en una treintena de unidades políticas: las Taifas.
Primeros reinos de taifas (1031-1090)
Estas primeras taifas tuvieron un alto desarrollo cultural, artístico y científico, pero una gran inestabilidad política y debilidad militar; tuvieron que pagar tributos (PARIAS) a los cristianos y desaparecieron cuando se conquistaron unos a otros.
Ante el avance cristiano, los reinos de taifas comprendieron la necesidad de colaborar entre ellos y solicitar ayuda exterior: los almorávides (norte de África) que desembarcaron en la península y conquistaron todas las taifas, reunificando Al-Andalus. Se presentaron como restauradores del Islam tradicional y ortodoxos, practicaban la “guerra santa” (yihad) e impusieron pocos impuestos a los musulmanes. Pero se encontraron en unos años con dificultades: perdieron Zaragoza, fracasan ante Toledo y se vieron obligados a subir los impuestos. Todo esto y su fanatismo religioso les restó popularidad. Además, fueron atacados en el norte de África por los almohades, lo que hizo que descuidaran el control de la península, finalizando el imperio Almorávide y apareciendo las Segundas Taifas.
Segundos y terceros reinos de taifas (1145-1237)
Los almohades, procedían de Marruecos y proclamaron Califa a su líder. Les costó bastante suplantar en la península a los almorávides y someter a las Taifas, establecieron su capital en Sevilla, y se enfrentaron a los mismos problemas que los anteriores. Además, fueron incapaces de frenar los avances cristianos (derrota de las Navas de Tolosa, 1212).
El debilitamiento del poder almohade supuso el surgimiento de los terceros reinos de taifas. Pero, ante el avance cristiano, fueron sucumbiendo todos, excepto el de Granada, que consiguió sobrevivir, aunque sometido al vasallaje de Castilla.
Reino Nazarí de Granada (1237-1492)
El único estado heredero de Al-Andalus que perduró en la península fue el reino de Granada, que logró sobrevivir hasta 1492 frente al reino de Castilla. Para ello emplearon la diplomacia con gran habilidad, aliándose con unos y con otros según les convenía. Sin embargo, se encontraron con un gran obstáculo: la estabilidad lograda por los Reyes Católicos, impidió promover más divisiones entre los reinos cristianos. Castilla comenzó en el 1482 una campaña militar contra Granada. Finalmente, Boabdil entregó las llaves de la ciudad en 1492 a los Reyes Católicos.
CONCLUSIÓN.
Al-Andalus coexistirá 8 siglos con los reinos cristianos (formados en el norte), y fue una convivencia cambiante: períodos de guerra y de paz, momentos de intercambio cultural y etapas de hostilidad; y poco a poco los reinos cristianos irán extendiéndose y los musulmanes reduciéndose hasta terminar con la desaparición del último estado islámico peninsular en el 1492.
Al-Andalus, representó la cultura árabe-islámica, de influencia oriental y fue la frontera con la Europa occidental cristiana y latina. Estas características le dieron una particular personalidad social, económica y cultural. La cultura islámica dejó una profunda huella, subyace la convivencia durante 8 siglos de distintas comunidades que convirtió a la península en una tierra de mezcla y síntesis cultural que hoy forma parte de nuestra herencia histórica y de nuestro modo de vida.
El waliato o emirato dependiente (714-756)
Durante este periodo de asentamiento inicial, la península Ibérica fue una provincia más del califato de Damasco. Fueron años de gran inestabilidad política y fuertes enfrentamientos entre los propios grupos musulmanes. Sin embargo, no cesaron las campañas militares, concluyendo algunas en derrotas: la derrota en la batalla de COVADONGA (722); y la derrota ante los francos en la batalla de POITIERS (732), que frustró sus intentos de expansión al norte de los Pirineos.
Las medidas para someter a las áreas conquistadas fueron: dividir el territorio en “Coras” (ejemplo cora de Tudmir=reino de Murcia); imponer tributos a sus habitantes; reparto de tierras entre los guerreros; ir sustituyendo poco a poco a los dirigentes de las ciudades por árabes; establecer la capital en Córdoba y creación de 3 marcas fronterizas: Mérida, Toledo y Zaragoza.
El emirato independiente (756-929)
En el año 750 se desencadenó en Oriente Medio una sublevación encabezada por grupos persas que expulsaron al califa de Damasco y asesinaron a los miembros de su familia, los Omeya, iniciándose así una nueva dinastía (los Abbasies).
Abd al-Rahman I, único miembro de los Omeyas superviviente de la matanza, consiguió llegar a la Península, donde se hizo con el poder en 756 y se proclamó emir independiente. Tras esto, logró someter Toledo, Sevilla y Zaragoza, y también tuvo que acabar con varias guerrillas bereberes. Sin embargo, no consiguió conquistar toda la península ya que en el norte se habían formado pequeños reinos cristianos.
Al morir, su segundo hijo, Hisham I, se convirtió en su heredero, estableciendo así un sistema sucesorio hereditario, que se mantuvo durante los dos siglos siguientes. Entre los sucesores de Hisham I, destacan: Al-Hakam I (796-822) y Abderramán II (822-852), que adoptaron medidas para reforzar el poder del estado: mejora de recaudación de impuestos y emisión de moneda.
A partir de 789, fue evidente la crisis del poder central del Emirato de Córdoba: Se produjeron numerosas revueltas locales y reivindicaciones continuas de independencia. Estos conflictos presentaban los siguientes rasgos: 1. Tenían carácter urbano y con frecuencia eran promovidos por notables locales deseosos de mayor poder.
1. A estas revueltas se incorporaron nuevos grupos sociales, como los muladíes que reivindicaban la participación en el poder y obtener los mismos derechos que los musulmanes. 3. También participaron los mozárabes.
Los principales focos de rebelión fueron: valle del Ebro, Toledo y Mérida. Hay que destacar la revuelta de Umar ibn Hafsun (finales del IX) que abarcó Andalucía oriental con cierto componente de bandolerismo, que tardó mucho en ser sofocada (lo haría Abderramán III en el 928). Para contener estos conflictos, los Omeyas fortalecieron su poder militar, reclutando mercenarios eslavos, que organizaban “aceifas” (campañas de pillaje y saqueo) en las tierras cristianas del norte.
El califato de Córdoba (929-1031)
En esa situación de inestabilidad, el emir Abderramán III se autoproclamó Califa en Córdoba en 929, convirtiéndose así en líder político y religioso de todos los musulmanes. Su objetivo en Al-Andalus era restaurar la unidad del estado Islámico. Cuando llegó al poder, consiguió tomar Bobastro y acabar con la resistencia de los hijos de Ibn Hafsun; luego conquistó Mérida, Badajoz, más tarde Toledo y finalmente Zaragoza. Durante su reinado, la situación económica y cultural fue bastante buena, como lo demuestra la acuñación de grandes dinares de oro y la construcción del palacio de Medina Zahara.
El Califato supuso la hegemonía de Al-Andalus sobre la península entera; los reinos cristianos del norte se convirtieron en tributarios y vasallos de Abderramán. También promovió un renacimiento artístico e intelectual que continuó su hijo y sucesor Al-Hakam II (961-976).
A la muerte de Al-Hakam II, los califas de Córdoba se mantuvieron en el poder de manera simbólica y aprovechando la minoría de edad del nuevo califa (Hisham II) el gobierno pasó a manos de un visir: Al-Mansur (el victorioso: Almanzor). Él y sus hijos los llamados Amiries, que le sucedieron en el poder, fueron los auténticos gobernantes del Califato (976- 1009). Sus acciones más importantes fueron: creación de una dictadura militar, se atrajo a los ortodoxos religiosos, extendió sus dominios por Marruecos y siguió con las expediciones de castigo contra los reinos cristianos: saqueo de Barcelona y Santiago.
A la muerte de Almanzor (1002) uno de sus hijos: Abd al Malik pretendió ser nombrado sucesor del Califa Hisham II, lo que lo enfrentó a la Dinastía Omeya, a los dirigentes religiosos y al pueblo en general. Consecuencia: Revolución en Córdoba (1009), durante la cual los Amiríes fueron asesinados.
Hisham II fue obligado a abdicar, eligiéndose a otro miembro de los Omeyas como califa. Fue el punto de partida para una guerra civil en la que se sucedieron los califas nombrados por las tropas bereberes, los andalusíes de Córdoba y los mercenarios esclavos. Finalmente, en 1031 una Asamblea de notables decretó en Córdoba el fin del califato. Poco a poco, cada ciudad, cada territorio fue desgajándose, y el estado cordobés se descompuso en una treintena de unidades políticas: las Taifas.
Primeros reinos de taifas (1031-1090)
Estas primeras taifas tuvieron un alto desarrollo cultural, artístico y científico, pero una gran inestabilidad política y debilidad militar; tuvieron que pagar tributos (PARIAS) a los cristianos y desaparecieron cuando se conquistaron unos a otros.
Ante el avance cristiano, los reinos de taifas comprendieron la necesidad de colaborar entre ellos y solicitar ayuda exterior: los almorávides (norte de África) que desembarcaron en la península y conquistaron todas las taifas, reunificando Al-Andalus. Se presentaron como restauradores del Islam tradicional y ortodoxos, practicaban la “guerra santa” (yihad) e impusieron pocos impuestos a los musulmanes. Pero se encontraron en unos años con dificultades: perdieron Zaragoza, fracasan ante Toledo y se vieron obligados a subir los impuestos. Todo esto y su fanatismo religioso les restó popularidad. Además, fueron atacados en el norte de África por los almohades, lo que hizo que descuidaran el control de la península, finalizando el imperio Almorávide y apareciendo las Segundas Taifas.
Segundos y terceros reinos de taifas (1145-1237)
Los almohades, procedían de Marruecos y proclamaron Califa a su líder. Les costó bastante suplantar en la península a los almorávides y someter a las Taifas, establecieron su capital en Sevilla, y se enfrentaron a los mismos problemas que los anteriores. Además, fueron incapaces de frenar los avances cristianos (derrota de las Navas de Tolosa, 1212).
El debilitamiento del poder almohade supuso el surgimiento de los terceros reinos de taifas. Pero, ante el avance cristiano, fueron sucumbiendo todos, excepto el de Granada, que consiguió sobrevivir, aunque sometido al vasallaje de Castilla.
Reino Nazarí de Granada (1237-1492)
El único estado heredero de Al-Andalus que perduró en la península fue el reino de Granada, que logró sobrevivir hasta 1492 frente al reino de Castilla. Para ello emplearon la diplomacia con gran habilidad, aliándose con unos y con otros según les convenía. Sin embargo, se encontraron con un gran obstáculo: la estabilidad lograda por los Reyes Católicos, impidió promover más divisiones entre los reinos cristianos. Castilla comenzó en el 1482 una campaña militar contra Granada. Finalmente, Boabdil entregó las llaves de la ciudad en 1492 a los Reyes Católicos.
CONCLUSIÓN.
Al-Andalus coexistirá 8 siglos con los reinos cristianos (formados en el norte), y fue una convivencia cambiante: períodos de guerra y de paz, momentos de intercambio cultural y etapas de hostilidad; y poco a poco los reinos cristianos irán extendiéndose y los musulmanes reduciéndose hasta terminar con la desaparición del último estado islámico peninsular en el 1492.
Al-Andalus, representó la cultura árabe-islámica, de influencia oriental y fue la frontera con la Europa occidental cristiana y latina. Estas características le dieron una particular personalidad social, económica y cultural. La cultura islámica dejó una profunda huella, subyace la convivencia durante 8 siglos de distintas comunidades que convirtió a la península en una tierra de mezcla y síntesis cultural que hoy forma parte de nuestra herencia histórica y de nuestro modo de vida.
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